viernes, 11 de noviembre de 2011

No es un buen día...o sí.

Cuando despertó, el cielo estaba negro, pero era día. No había luz, pero era ya mañana. Lo primero que pensó al ver cielo fue que era un mal día. Se levantó refunfuñando y se preparó un frugal desayuno, tan frugal que en apenas tres bocados y no había más desayuno. Se sentó en su sillón y encendió su pipa para disponerse a fumar, cuando un rayo, y segundos más tarde un trueno, le hicieron mirar por la ventana y refunfuñar. Seguía siendo un mal día. Se puso a pensar en todo lo que había acaecido en su vida. Temblaba. Se puso a llover. Nunca fue un buen día. Se levantó dispuesto a bajar las cortinas, porque ¿cómo podía ser que siguiera contemplando ese desastre cuando podía estar durmiendo? Y al acercarse lo comprendió todo. Seguía oscuro. Seguía lloviendo. No cesaban truenos y relámpagos. Pero como guardado por el incansable Heimdall, surgió el arcoíris y con él una estampa propia de un corazón marchito que se reencuentra por fin, con la felicidad. Y es que por muy oscuro que se vea el día, nunca debes olvidar que detrás de las negras nubes y oscuras tempestades te está aguardando el sol. 

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