Desde nuestra más tierna edad se nos inculca qué debemos hacer, y eso no es malo, puesto que todos en ciertos momentos necesitamos una guía, una guía que nos enseñe qué hacer en el día a día, lo más básico para vivir, pues nadie nace aprendido y se debe aprender...Sin embargo, llega un momento en el que los sujetos pasamos a tener propia voluntad, una voluntad que debería ser inquebrantable, y digo debería, porque salvo rara excepción, nadie tiene tal voluntad. ¿Por qué? ¿por qué la gente se empeña en seguir unos cánones que impone una mayoría cuya mentalidad es fácilmente manipulable y débil? La respuesta es sencilla: debilidad.
La gente tiene miedo a mostrarse como es. Desde siempre, a los humanos les gusta contrastar lo que ellos creen con lo que creen los demás, y por el miedo a lo que puedan decir, cambian de idea o hacen ver tal cosa. Pues bien, yo me niego a que eso sea así. Todos los que decidan que no eres digno de su compañía y conversación es porque ellos nunca lo fueron de ti. Los que de verdad sepan apreciarte, sabrán hacerlo con tus ideas, y tú modo de actuar. La vida nunca debe basarse en rendir pleitesía a aquellos que nunca rendirán pleitesía a los valores correctos. Los errores nos enseñan, por eso debes ser tú mismo siempre, para cometer los errores correctos que te llevarán no a la perfección (puesto que la perfección como tal no existe) sino a tu máximo esplendor personal, el cual esbozará en ti la sonrisa más satisfactoria y verdadera que jamás habrá existido, puesto que será cuando la vida decidirá también sonreírte a ti...
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